“Cuando recen esta coronilla junto a los moribundos, Me pondré entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez justo sino como el Salvador misericordioso”.
Jesús. Diario, 1541.
“Vilna, Lituania Viernes 13 de septiembre de 1935.
Diario, 474-476.
Por la tarde, estando yo en mi celda, vi al ángel, ejecutor de la ira de Dios. Tenía una túnica clara, el rostro resplandeciente; una nube debajo de sus pies, de la nube salían rayos y relámpagos e iban a las manos y de su mano salían y alcanzaban la tierra. Al ver esta señal de la ira divina que iba a castigar la tierra y especialmente cierto lugar que no puedo nombrar por motivos justos, empecé a pedir al ángel que se contuviera por algún tiempo y el mundo haría penitencia. Pero mi súplica era nada comparada con la ira de Dios. (…) En aquel mismo instante sentí en mi alma la fuerza de la gracia de Jesús que mora en mi alma; al darme cuenta de esta gracia, en el mismo momento fui llevada al trono de Dios.
(…) Me puse a rogar a Dios por el mundo con las palabras que oí dentro de mí. Cuando así rezaba, vi la impotencia del ángel que no podía cumplir el justo castigo que correspondía por los pecados. Nunca antes había rogado con tal potencia interior como entonces. Las palabras con las cuales suplicaba a Dios son las siguientes: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, por nuestros pecados y los del mundo entero. Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros.
A la mañana siguiente, cuando entré en nuestra capilla, oí esta voz interior: Cuantas veces entres en la capilla, reza en seguida esta oración que te enseñé ayer. Cuando recé esta plegaria, oí en el alma estas palabras: Esta oración es para aplacar Mi ira, la rezarás durante nueve días con un rosario común, de modo siguiente: primero rezarás una vez el Padre nuestro y el Ave María y el Credo, después, en las cuentas correspondientes al Padre nuestro, dirás las siguientes palabras: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero; en las cuentas del Ave María, dirás las siguientes palabras: Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Para terminar, dirás tres veces estas palabras: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero”.
“Oh, qué gracias más grandes concederé a las almas que recen esta coronilla (…) Anota estas palabras, hija Mía, habla al mundo de Mi misericordia para que toda la humanidad conozca la infinita misericordia Mía. Es una señal de los últimos tiempos, después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo, que recurran a la Fuente de Mi Misericordia, se beneficien de la Sangre y del Agua que brotó para ellos”.
Jesús. Diario, 848.
La promesa de la gracia de la Misericordia para los agonizantes
“A quienes recen esta coronilla, Me complazco en darles lo que Me pidan. Cuando la recen los pecadores empedernidos, colmaré sus almas de paz y la hora de su muerte será feliz. Escríbelo para las almas afligidas: Cuando un alma vea y conozca la gravedad de sus pecados, cuando a los ojos de su alma se descubra todo el abismo de la miseria en la que ha caído, que no se desespere, sino que se arroje con confianza en brazos de Mi misericordia, no se desespere, sino que se arroje con confianza en brazos de Mi misericordia, como un niño en brazos de su madre amadísima. (…) Proclama que ningún alma que ha invocado Mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en Mi bondad. Escribe: cuando recen esta coronilla junto a los moribundos, Me pondré entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez justo sino como el Salvador misericordioso”.
Jesús. Diario, 1541.
“Deseo que esta misericordia se derrame sobre el mundo entero a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede retirarse sin confiar en mi misericordia que tanto deseo para las almas. Reza, cuanto puedas, por los agonizantes, impetra para ellos la confianza en Mi misericordia, porque son ellos los que más necesitan la confianza, quienes la tienen muy poca”.
Jesús. Diario, 1777.
“Hija Mía, ayúdame a salvar a un pecador agonizante; reza por él esta coronilla que te he enseñado. Al empezar a rezar la coronilla, vi a aquel moribundo entre terribles tormentos y luchas. El Ángel Custodio lo defendía, pero era como impotente ante la gran miseria de aquella alma (…) Mientras rezaba la coronilla, vi a Jesús tal y como está pintado en la imagen. Los rayos que salieron del Corazón de Jesús envolvieron al enfermo y las fuerzas de las tinieblas huyeron de pánico. El enfermo expiró sereno”.
Diario, 1565.
“La unión con los agonizantes. Me piden oraciones; puedo rezar, el Señor me ha dado misteriosamente el espíritu de la plegaria, estoy continuamente unida a Él. Siento plenamente que vivo por las almas, para llevarlas a Tu misericordia, oh Señor; para tal fin ningún sacrificio es demasiado pequeño”.
Diario, 971.
“Me relaciono a menudo con almas agonizantes impetrando para ellas la misericordia de Dios. Oh, qué grande es la bondad de Dios, más grande de lo que nosotros podemos comprender. Hay momentos y misterios de la Divina Misericordia de los cuales se asombran los cielos. Que callen nuestros juicios sobre las almas, porque la Divina Misericordia es admirable para con ellas”.
Diario, 1684.
“La Divina Misericordia alcanza al pecador a veces en el último momento, de modo particular y misterioso. Por fuera parece como si todo estuviera perdido, pero no es así; el alma iluminada por un rayo de la fuerte, y última, gracia divina, se dirige a Dios en el último momento con tanta fuerza de amor que en ese último momento obtiene de Dios [el perdón] de las culpas y de las penas, sin darnos, por fuera, alguna señal de arrepentimiento o de contrición, porque ya no reacciona a las cosas exteriores. Oh, qué insondable es la Divina Misericordia.
Diario, 1698.
Pero, ¡qué horror! también hay almas que rechazan voluntaria y conscientemente esta gracia y la desprecian. Aún ya en la agonía misma Dios misericordioso da al alma un momento de lucidez interior y si el alma quiere, tiene la posibilidad de volver a Dios. Pero, a veces, en las almas hay una dureza tan grande que conscientemente eligen el infierno; frustran todas las oraciones que otras almas elevan a Dios por ellas e incluso los mismos esfuerzos de Dios…”.
“¡Oh vida gris y monótona, cuántos tesoros encierras! Ninguna hora se parece a la otra, pues la tristeza y la monotonía desaparecen cuando miro todo con los ojos de la fe. La gracia que hay para mí en esta hora no se repetirá en la hora siguiente. Me será dada en la hora siguiente, pero no será ya la misma. El tiempo pasa y no vuelve nunca. Lo que contiene en sí, no cambiará jamás; lo sella con un sello para la eternidad”.
Diario, 62.
“…el Señor me hizo saber cuánto desea que el alma se distinga en el amor activo y vi en mi interior qué grande es el número de almas que nos piden gritando: dadnos a Dios; y ardió en mí la sangre apostólica. No la escatimaré sino que daré hasta la última gota por las almas inmortales; aunque, quizá, Dios no lo pida físicamente, espiritualmente esto es posible para mí, y no menos meritorio”.
Diario, 1249.
“Deseo atravesar el mundo entero y hablar a las almas de la gran misericordia de Dios. OH SACERDOTES, AYÚDADME EN ESTO…”.
Diario, 491.
“Diles a Mis sacerdotes que los pecadores más empedernidos se ablandarán bajo sus palabras cuando ellos hablen de Mi misericordia insondable, de la compasión que tengo por ellos en Mi Corazón. A los sacerdotes que proclamen y alaben Mi misericordia, les daré una fuerza prodigiosa y ungiré sus palabras y sacudiré los corazones de aquellos a los que hablen”.
Jesús. Diario, 1521.
“Hija Mía, mira hacia el abismo de Mi misericordia y rinde homenaje y gloria a esta misericordia Mía, y hazlo de este modo: Reúne a los pecadores del mundo entero y sumérgelos en el abismo de Mi misericordia”.
Jesús. Diario, 206.
“Penetra en Mis secretos y conocerás el abismo de Mi misericordia para con las criaturas y Mi bondad insondable. Harás conocer ésta a todo el mundo. A través de la oración intermediarás entre la tierra y el cielo”.
Jesús. Diario, 438.
“Prepararás al mundo para mi última venida”.
Jesús. Diario, 429.
“Al sumergirme en la oración y unirme a todas las Misas que en ese momento se estaban celebrando en el mundo entero, rogué a Dios, a través de todas esas Santas Misas, la misericordia para el mundo y especialmente para los pobres pecadores que en ese momento estaban en agonía. Y en aquel momento dentro de mí recibí la respuesta de Dios de que mil almas habían recibido la gracia a través de la oración que yo había elevado a Dios. No sabemos el número de almas que podemos salvar con nuestras oraciones y nuestro sacrificio, por eso oremos siempre por los pecadores”.
Diario, 1783.
”Mi unión con las almas agonizantes sigue siendo como antes, estrecha. A menudo acompaño al alma agonizante a gran distancia, pero experimento la mayor alegría al ver que sobre esas almas se realiza la promesa de la misericordia. El Señor es fiel, lo que dice una vez, lo cumple”.
Diario, 935.
Fuente: http://www.faustyna.eu/ES/rosario-misericordia-divina.htm
Todos los derechos de autor reservados © redacción – Urszula Grzegorczyk.
Consulta – Sor Maria Kalinowska, Congregación de las Hermanas de Jesús Misericordioso.
Traducción del texto en polaco: Danuta Zgliczyńska, Xavier Bordas.